Para que junio no se quede vacío y frío como el ambiente limeño actual, escribo.
Aunque sea una entrada corta, extraña, veloz. Entre mi “tiempo libre” y mi “tiempo productivo”, entre el sueño y la lucidez, entre la hiperactividad de las 12 de la noche y las no ganas de estudiar para mañana.
Estamos a mitad de un año que se me ha pasado demasiado rápido. Estoy a punto de terminar el penúltimo ciclo de la universidad. Estamos a punto de cerrar un círculo más en nuestras vidas.
Puedo caminar entre la gente con la misma comodidad de siempre, como si fueran los mismos, como si no hubieran cambiado. Pero sin embargo los miro y veo rostros vacíos, sin expresión, veo rostros extraños que ya no reconozco.
Veo rostros jóvenes, sonrientes, despreocupados, con tiempo para mirarse los unos a los otros y reír juntos. Los miro sin verlos, camino rápidamente a su lado, ya no los conozco.
La vida me ha enseñado muchas cosas a lo largo de los años. He caído y me he levantado. He cometido errores y he aprendido a no volver a caer en ellos. Prometí algo hace más de 3 años y puedo decir que lo he cumplido. Y me siento orgullosa de eso.
He vuelto a leer lo que he escrito y a simple vista no tiene sentido. Pero una vez más repito: no quería que junio se quede vacío.
:)