lunes, 31 de enero de 2011

Hoy es el último día de enero. Es hora de terminar el cuento.
Hoy es el último día del sufrimiento. Es hora de encerrar el miedo.
Hoy es el último día del dolor. Es hora de abrirse al amor.
Hoy es el último día de enero. No es hora de decir adiós.

sábado, 29 de enero de 2011

Me sobran los motivos para escribir acerca de Sabina

Joaquín Sabina. Cantautor español. Voz aguardientosa, letras precisas. Miles de canciones, múltiples conciertos.

Sabina me hace pensar, me hace sentir, me hace entrar en mí misma y darle vueltas a mis pensamientos. Sabina, con esa boca que es suya, me canta y me envuelve entre sus frases crudas y sus palabras punzantes, que me llevan a soñar por un boulevard de sueños rotos y luego me traen de vuelta a la realidad.

Sabina me lleva en busca de las siete llaves del misterio, siete versos tristes para una canción, siete crisantemos en el cementerio, siete negros signos de interrogación.
Y me lleva a cuestionarme lo que pasa, lo que vivo, lo que soy. Me hace darme cuenta que lo que canta se relaciona con mi vida, y me pongo a superponer los hechos que suceden, como si fueran versos acompañados de una guitarra.

Sabina llena mis silencios con sus canciones, con su “ruido” característico. Ruido mentiroso, ruido entrometido, ruido escandaloso, silencioso ruido… Ruido acomplejado, ruido introvertido, ruido del pasado, descastado ruido… Ruidos como sables, ruido enloquecido, ruido intolerable, ruido incomprendido.
Y, como un explorador, explora mis sentimientos, y hace que quiera cerrar mis ojos y empiece a dejar de pensar, y sólo sentir. Para poder reconocer que me muero de ganas de decirte que me muero de ganas de decirte que te quiero.

Y luego, cuando me entra la depresión, porque Sabina me lleva a sentir más de la cuenta, y ni un chocolate me anima, viene a recordarme una vez más que existen más de cien palabras, más de cien motivos, para no cortarse de un tajo las venas, más de cien pupilas donde vernos vivos, más de cien mentiras que valen la pena.

Recuerdo el pasado, pienso en mi presente, y me anima el futuro. Pero eso no quiere decir que no me haya dejado un poco de lágrimas y besos con sal.
SabinaJoaquin-EstaBocaEsMia

Aún hoy, después de tanto tiempo, recuerdo el tono exacto de tu voz.
Aún hoy, después de tantos años, recuerdo el aroma de tu piel.
Aún hoy, después de tantos recuerdos, te sigo queriendo.
Como ayer, como siempre.

** nota aparte: sí, hoy estoy medio inspirada, creo que se debe a mi estado de ánimo y al hecho de que ayer estuve escuchando Sabina (mala combinación cuando lo último que quieres es sentir)… fácil se vienen más entradas a lo largo del día, no prometo nada.

Justo cuando me había hecho la idea de no tenerte en mi vida, apareces y me acostumbras a tu presencia constante.

Justo cuando me había acostumbrado a tu presencia constante, se te ocurre desaparecer y aparecer intermitentemente.

Justo cuando estamos en esa situación, me doy cuenta de que te necesito más que nunca, más que siempre.

Y eso, es justamente lo que más temía.

martes, 25 de enero de 2011

Para dejar de pensar en cosas que, al pensarlas más, me confunden más, escribo.

Escribo acerca de todo y acerca de nada.
Escribo acerca de lo que veo y lo que me pasa.

Al escribir, intento no pensar en algo que no sea lo que esté escribiendo. Que es todo y es nada al mismo tiempo.
Intento dejar de dar vueltas a las cosas, intento dejar de crearme expectativas, de imaginar escenas que nunca existieron, que pudieron ser, que no fueron, que podrían ser.
Escribir acerca de lo que no quiero escribir no está ayudando… no esta vez…

miércoles, 19 de enero de 2011

Divagaciones vol. LVII “buenos días”

Hoy, temprano, antes de las 8 de la mañana, andaba caminando por la calle y me crucé con un señor (nunca supe quién era, sólo lo vi conversando con un frutero en una esquina).

Resulta que el señor me dijo: “Buenos días”. Yo le respondí: “Buenos días”. Al alejarme pude escuchar algo así como: “ves? así es como se tiene que responder, con buenos deseos, deseando un buen día, para que sea un buen día”.

Por cosas de la vida y del destino, diez minutos después volví a pasar por el mismo lugar, donde seguía estando el señor conversando con el frutero. El señor me vio y me preguntó: “y? qué tal? ha sido un buen día? salió todo bien?”

Dado que sólo habían pasado diez minutos, la situación me dio risa, pero igual le respondí: “sí, hasta ahora ha sido un buen día”. Mientras me alejaba por segunda vez pude escuchar su voz diciendo: “ves? esa es una buena actitud, así debería ser, ya vas a ver que a esa chica todo le irá bien”.

Ahora que han pasado prácticamente 12 horas desde esa situación, creo que es momento de analizar a profundidad el día de hoy. ¿Fue un buen día?

Definitivamente tengo que reconocer que he tenido días mejores, días más emocionantes, donde me he reído más, donde he pasado momentos increíbles… pero, creo que en términos generales, hoy no la he pasado mal.

Hoy hice cosas útiles, sonreí, dije gracias, reí, escribí, hablé, compartí, pregunté, me interesé, pensé, divagué, di mil vueltas…

Hoy dije “Buenos días”. Y, bueno, siempre mañana puede ser un día mejor.

domingo, 16 de enero de 2011

Retazos de ficción: psicoanálisis

El otro día te pregunté si pensabas que estaba loca. Me dijiste que yo podía ser cualquier cosa, menos estar realmente loca.“Todo el mundo comete locuras, pero eso no quiere decir necesariamente que esté mal de la cabeza”.

El otro día te pregunté si tenías tu vida resuelta. Me dijiste que tenías muchos planes, pero era difícil concretar algo entre tantas cosas en tu mente.“Todo el mundo intenta abarcar y hacer muchas cosas en la vida, y al final termina haciendo nada, perdiéndose entre las muchas cosas que quiere hacer en algún momento”.

El otro día te pregunté muchas cosas. Me dijiste que no tenías respuesta para todas ellas.
“Hay muchas cosas que nos pasan en un momento determinado que no comprendemos, simplemente suceden, y tenemos que vivir con ello y las consecuencias de eso. A veces, basta avanzar unos cuantos años para adelante y luego mirar atrás. Es ahí donde al fin puedes comprender el sentido de todo lo que te pasó”.

Antes del otro día, era una persona que sabía ciertas cosas sobre la vida. Después del otro día, puedo decir que sé un poquito más, que he aprendido algunas cosas importantes y que ahora entiendo mucho más que antes. Ahora, al fin, puedo encontrar un poco más de sentido.
“Sólo mirando hacia atrás puedes unir los puntos”.

martes, 11 de enero de 2011

Divagaciones vol. LVI “un gran UFF”

Uno de mis más grandes bienes es mi celular. No porque sea mi herramienta de trabajo (aunque podría serlo). No porque me haya costado un montón. Simplemente porque, es mi celular, pues.

Sin mi celular me sentiría perdida, además que sin él perdería muchos números importantes que no me sé de memoria. Esto último debido principalmente a que, gracias al celular, ya no tengo que aprenderme ningún número.

En fin, ¿a qué viene esto? A que hoy, casi pierdo mi celular. Casi lo dejo en realidad, abandonado, triste y solo.

Estaba en el micro y, como siempre, tenía mi celular en un bolsillo. Ya me había dado cuenta a lo largo del día que el bolsillo del pantalón que tenía puesto era un poco pequeño y el celular no entraba bien, pero hasta ese momento no se había salido.

Resulta que cuando me paré para pagar y bajarme pensé: me fijaré que tengo todas mis cosas antes de bajar. Sin embargo, antes de que eso suceda, una chica y un señor me señalaban el piso y me dijeron: se te cayó tu celular.

Es una entrada un poco sonsa, un poco corta, pero significa mucho para mí por dos razones:

1. Si ellos no me hubieran dicho que se me había caído el celular, probablemente sí me hubiera dado cuenta que me faltaba, pero no lo hubiera encontrado, porque estaba escondido debajo de un asiento y yo no lo veía desde donde estaba parada. Es decir, se hubiera perdido, probablemente.

2. Esto me demostró una vez más que en el mundo hay gente buena y honesta, que actúa sin esperar algo a cambio de sus acciones.

Normalmente, cuando algo importante se te pierde, o crees que lo has perdido, sientes que se te va la sangre del cuerpo y todo se vuelve frío. Eso no me pasó hoy porque no me di cuenta en realidad que estuve a punto de perder algo.

No quiero imaginarme qué hubiera pasado si me hubiera bajado sin mi celular. Fácil corría atrás del micro. Fácil me caía, qué se yo. Fácil nunca recuperaba mi celular porque estaba con tacos y me dolían los pies. Pero nada de eso importa, porque hay gente buena que logró evitar esta desgracia.

martes, 4 de enero de 2011

Divagaciones vol. LV “mi mamá me lo advirtió”

¿Por qué las mamás siempre tienen razón? Hay muchos casos que, aunque no son científicamente comprobados, lo demuestran.


Uno de esos casos lo viví hoy.

Mi mamá siempre me decía que ponga el seguro de la puerta cuando fuera a salir por un rato, por si la puerta se me cerraba y yo me quedaba afuera.

A veces, cuando me acordaba, lo hacía, pero no era algo que tuviera realmente presente. Total, podía salir con mi llave en la mano, no?

En fin, hoy la señora que va a limpiar mi casa me avisó que ya se iba, entonces yo la acompañé, saliendo por la puerta de la cocina, con las llaves en la mano. Abrí la puerta de la calle, la despedí, cerré la puerta de la calle y escuché: PUM. Y en mi mente pensé: oh no…

Cuando volví a la puerta de la cocina, se había cerrado, conmigo afuera. Miré las llaves que tenía en la mano y recordé que esa puerta NO se abría con esas llaves, porque la cerradura tenía laca adentro y se había pegado. Igual lo intenté. La llave no giraba.

Miré hacia arriba, considerando la posibilidad de trepar por las ventanas y entrar, pero mi cabeza no podía entrar entre las rejas… Mientras evaluaba las distintas posibilidades me reía, por lo gracioso de la situación: no poder entrar a mi casa teniendo las llaves.

Aquí están los hechos de la situación: no había nadie en mi casa, no tenía mi celular, no tenía ni un sol en el bolsillo, hacía demasiado calor. Para no quedarme sentada mientras mi mamá regresaba, decidí caminar por la calle. Me sentía un poco perdida y me reía sola mientras andaba porque no sabía a dónde estaba yendo.

Luego, escuché la voz de mi mamá en mi mente diciendo: te dije que pongas el seguro. En ese momento, la situación pasó de ser graciosa a ser un poco sonsa. Me sentí bien tonta por haberme quedado afuera. Luego pasó a ser una situación recontra estúpida.

Después de caminar ida y vuelta como media hora, volví a entrar a mi casa y me quedé parada en mi garaje mirando entre las rejas. En ese momento, la situación dejó de ser graciosa y estúpida, y pasó a ser simplemente triste y solitaria. Entonces, decidí hacer algo útil, así que regué el jardín de afuera, de paso que me refrescaba un poco porque hacía demasiado calor.

Terminé de regar y decidí que tenía que entrar a mi casa. Volví a coger la llave con un poco de recelo y la metí en la cerradura. No giraba. Pero podía empujar un poco la puerta. La empujé, me empotré, no una, no dos, sino tres veces, tal vez más.

En eso, la llave giró al lado contrario y sentí que la cerradura dio un golpe como cerrando (más) la puerta. Di la vuelta al lado contrario y el golpe volvió a sonar (pero ahora como para abrir la puerta). Di la vuelta otra vez mientras golpeaba una vez más la puerta y… entré :)
Estar en mi casa nunca había sido mejor :) Tenía sombra, tenía agua, podía ir al baño, me podía sentar…


Cuando mi mamá regresó y le conté riéndome lo que me había pasado (después de todo si es gracioso), me dijo dos cosas:

1. Te dije que pongas el seguro.
2. Arreglaste la puerta!


Bueno, al menos algo bueno salió de esta situación…
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