jueves, 14 de enero de 2010

Retazos de ficción: catarsis


((Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia))

- ¿Estás bien?
- Sí
- ¿Segura?
- ... Sí...
- No estás bien.
- ...
- Te conozco, no estás bien.
- Entonces no preguntes, pués.

Ella sabía que no debía reaccionar así, él no lo merecía (tanto). Pero le empezaba a molestar su actitud de "yo lo sé todo y ningún detalle se me escapa". Detestable.
La verdad es que últimamente estaba con la paciencia por los suelos y se sentía mal por eso. Por todo.

En primer lugar, tenía la sensación de no estar haciendo nada bien.
Toda su vida se había esforzado por ser alguien, por lograr algo, porque alguien estuviera orgulloso de ella. Pero al parecer ya no era suficiente. Tal vez era hora de hacer algo extraordinario, pero estaba cansada, cansada de haber hecho siempre "las cosas bien".

En segundo lugar, sentía que le estaban cortando las alas, que no la dejaban crecer en algunos aspectos, y en otros la dejaban a la interperie. Tal vez la burbuja en la que vivía se había reventado. Tal vez la burbuja se hacía cada vez más pequeña hasta aplastarla. Tal vez la burbuja nunca existió y fue algo que estaba en su imaginación.

En tercer lugar, se sentía sola, como si nadie la comprendiera. Sentía que no podía hablar con nadie de lo que en realidad pasaba por su mente. Sabía que todo el mundo pensaba que su vida era perfecta, y que, si algo andaba mal, sabía disimularlo muy bien, porque "no le afectaba".

Pero ya estaba harta. Harta de fingir que todo estaba bien, que nada le podía hacer daño, que nada le afectaba. Si seguía así iba a morirse de un desgarro interno, podía sentirlo. Y no había nada más feo que morir por dentro.

Sentía que él la seguía mirando mientras ella le daba la espalda y caminaba lejos de él. Podía ver su mirada abatida aunque no lo estuviera mirando. Podía sentir sus ojos resentidos, o tal vez tristes, porque ella lo estaba tratando de esa manera. Pero no había forma de que él lo entendiera. Ya había intentado explicarle muchas veces lo que le pasaba de forma indirecta, pero él nunca pudo leer entre líneas, sólo puntualizaba detalles en lo que ella decía.

Y ella no quería decir directamente lo que estaba sucediendo. Eso sería autocompadecerse. Algunos dirían que sería mostrar un lado humano, frágil, débil, y sentirían lástima. Lo que menos le gustaba era la lástima, la enfermaba. Podía estar llevando un asunto muy bien, pero si a alguien se le ocurría sentir lástima por ella, la destrozaba, la traía abajo y le era muy difícil levantarse.

Para ella, el dolor físico era en cierta medida aguantable. Podía vivir con eso, o al menos eso creía. Pero el dolor emocional la hería en lo más profundo. Llorar, para ella, era algo demasiado doloroso.
Sentía las ganas de llorar en el pecho. Si intentaba aguantarse, le dolía por el corazón, sentía que algo la oprimía y las lágrimas empezaban a fluír por sus ojos.
Gotas de agua salada salían involuntariamente, calientes, mojando todo a su paso.
No podía ver nada con los ojos nublados, pero era un modo de desahogarse. Sentía dolor. Sentía el dolor salir a borbotones y deslizarse por su piel... y perderse.

*fin*


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