Hace tiempo no me pasaban cosas extrañas que tuvieran que ver con micros o cosas parecidas, pero ayer fue un día gracioso (sin contar que hubo un par de cosas para el olvido, esto vale la pena recordarlo).
Resulta que salíamos de la universidad un sábado de olimpiadas y yo me preguntaba si me dejarían subir a un micro con un cajón en la mano. Lo bueno de llevar un cajón mientras caminas es que, si te cansas, puedes sentarte en el camino. Y, si te dan ganas, tocar un festejo en plena avenida Pardo mientras tus amigas bailan y la gente voltea y te mira extraño.
A pesar de las miradas de confusión de la gente, ese tipo de cosas es divertida.
Pero más divertido es llegar a tu paradero y que, mientras esperas el micro el datero se acerque y te pida que toques algo, para que la gente se anime.
Digamos que nos pusimos a hacer show y al datero le gustó y se volvió nuestro amigo por un rato. Incluso nos contó lo que muchas personas ignoran pero quisieran saber: lo que significan los benditos números que los dateros le gritan a las combis y micros cuando pasan por los paraderos.
Digamos que pasaron varios micros verdes llenísimos a los cuales no entraba incluso sin el cajón, así que la espera fue larga. Durante ese tiempo el datero nos intentó explicar con ejemplos extraños lo que significaban los números, y creo que lo entendí.
Sinceramente, no sé cuál es el propósito de esta entrada (la mayoría de veces no lo sé, en realidad), y tampoco sé cómo terminarla, así que simplemente diré que la diversión puede estar en cualquier lado, sólo tienes que sentarte un rato (en un cajón o en donde sea) y esperar.
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