domingo, 15 de abril de 2012

Relato de una desperate house-no-wife

La semana pasada mis papás salieron de viaje y yo hubiera tenido una semana totalmente forever alone de no ser porque mi prima vino a quedarse conmigo. En teoría, se supone que ella “me cuidaría”, que no haga sonseras, que no me caiga innecesariamente o que no queme mi casa, imagino.

Antes de que ella llegara, un lunes por la noche, yo había regresado de la chamba y tenía hambre. Decidí que me haría un pan con huevo frito y a la hora de intentar prender las hornillas, lo que esperas que no suceda cuando te quedas solo, sucedió: se había acabado el gas.

Afortunadamente, había un balón de gas adicional para cambiarlo y pude prender las hornillas. Luego, recordé que el calentador de agua de mi casa era a gas también y debía volver a prenderlo si quería ducharme con agua caliente. Eso no pude hacer. Por dos razones que descubrí en mi primer intento: era muy pequeña para llegar al hueco donde tenía que meter el fósforo y tenía solo 3 fósforos que la verdad no quería ver gastarse por mis inútiles intentos de llegar al hueco.

En fin, mi prima llegó un rato después con los fósforos adicionales que le pedí y entre las dos prendimos el calentador a la primera. Problema resuelto.

Dije más arriba que mi prima me cuidaría, en teoría. Resulta que al final yo terminé siendo algo así como la madre de familia, o, como me autonominé: una desperate house-no-wife (porque era una ama de casa desesperada, pero sin ser esposa). Ella trabaja a 2 cuadras de mi casa, por lo que cuando yo salía para mi chamba, ella aún seguía durmiendo. Todas las mañanas le dejaba su jugo de naranja (recién exprimido, obvio) y la lonchera en la refrigeradora.

Igual la convivencia fue bacán. Cada una por su lado, conversábamos de rato en rato y para mí, fue una muestra de cómo sería tener una hermana. El resto de la semana transcurrió con normalidad. Mi tía nos invitó un día a cenar a su casa y el resto comíamos comida previamente preparada y congelada por mi mamá, almacenada en múltiples tapers en la congeladora.

El sábado, el último día de pseudo-soledad, mi prima se fue temprano y yo decidí que sería una buena idea ir a Wong a comprar naranjas y pan para el desayuno del día siguiente. A la hora de subirme al carro, otra cosa que esperas que no suceda cuando te quedas solo, sucedió: el carro no prendía.

A pesar de mis cortos-casi nulos conocimientos de mecánica, presentía que el problema era de la batería, pero la verdad no tenía idea de cómo solucionarlo. Luego de hacer llamadas con la esperanza de que me den una solución, decidí ir al grifo de la esquina de mi casa, donde el supervisor y un cliente me dieron la idea (obvia, que no se me había ocurrido), de llamar al seguro para que me den corriente.

Llamé a Mapfre, y vino una grúa enorme y escandalosa con un señor amable que me explicaba lo que estaba haciendo con los cables y, en menos de 30 minutos, el carro prendía de nuevo. Algo rescatable es que felizmente me di cuenta de la situación a las 5 de la tarde y no a las 11pm, cuando tenía que ir al aeropuerto a recoger a mis papás.

Llegando casi al final del día y el relato, no podía terminar sin tener otra situación graciosa por contar. A la hora de llegar al aeropuerto, sabía que tenía que acercarme bastante a la maquinita que da el ticket de estacionamiento y me acerqué bastante. Y, de nuevo mi pequeño tamaño me jugó en contra, ya que, por más que estirara el brazo, no iba a llegar, por lo que tuve que quitarme el cinturón y sacar medio cuerpo por la ventana para apretar el botón. Y volver a hacerlo para retirar el ticket de la ranura. Mientras, tenía una fila de carros detrás mío observando toda la situación y yo, entre roche y ataque de risa, seguía avanzando pensando en que, a pesar de todo, fue una semana bastante divertida.


1 comentario:

Rich FL dijo...

HAHAHAHAHHA.

Que buena lo del ticket.

Pero weno, me quede pensando desde el inicio... Cuantas veces te caes "NECESARIAMENTE" ?

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